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¿Qué significa ser mujer en un mundo patriarcal? Percepción personal vs. exigencias sociales

Ser mujer es ser única, irrepetible, amable y recia. Es ser valiente, hacer las cosas si o sí, sacar adelante a los hijos, jugar, hacer tareas, ir a reuniones en el colegio; estar pendientes de los demás (pareja, padres, suegros); cuidar, proveer cariño, dulzura y dinero (porque ahora se necesita aportar por igual al hogar).

Ser mujer es prudencia, recato y mesura (eso es lo esperado para que sea virtuosa), o chisme y gasto excesivo (constructo socio-cultural); es sexo complaciente y ardiente, a veces fingido y no siempre deseado; es culinaria (¿nacimos con un chip para esto?), labores domésticas, economía del hogar. Es organización, excelencia profesional, belleza, juventud eterna, cuerpo fit y un largo etc…

Un mundo patriarcal que nos ha ido dando derechos y espacios, porque los hemos tenido que reclamar. Pedir permiso para salir, para estudiar, para viajar solas, para desempeñarnos en espacios de hombres.  En vez de irnos de copas con los de la oficina, deberíamos estar en casa con los hijos que nos esperan, ahí es donde pertenecemos (¿?)  ¿Al papá no lo esperan? Ellos colaboran en la casa… ¿Colaboran con qué?  ¿Acaso no es su responsabilidad también vivir en un hogar limpio, lavar la ropa que ensucian, atender a sus propios hijos?  Nosotras mismas los justificamos y les agradecemos su ayuda…

El problema radica -a mi modo de ver-, en que hemos crecido en medio de una cultura en la que las cosas son así y no se cuestionan,  y nosotras no las cuestionamos.  Desde niñas se nos enseña a cuidar el hogar e implícitamente crecemos deseando tener uno conformado con un príncipe azul que nos va a proveer, cuidar, proteger.  Como si fuéramos unas desvalidas, incapaces de cuidarnos proveernos y protegernos a nosotras mismas.

Confundimos el hecho natural de dar vida (lo cual se hace con la colaboración del masculino) con el deseo personal de ser madre, que es muy diferente.  Se nos dice que es un instinto, cuando como seres humanos no nos movemos por instintos, sino que nuestro espíritu puede oponerse al organismo psico -físico.  Si no queremos ser madres por voluntad personal, no lo seremos; eso es posible, porque somos seres humanos.

Durante muchos años se negaba que la mujer tuviera espíritu, y de ahí muchas otras capacidades para pensar y decidir.  Se les consideraba objetos reproductores de la especie, sin derechos (sin capacidad) para opinar.

Eso ha cambiado, pero ha tenido que ser conquistado.  Mitos como es haber salido de una costilla de Adán refuerzan la primacía en la creación del hombre y la mujer como compañera de él, para que no estuviera solo.  Y luego con poemas sensibleros se habla de la creación de la mujer como ternura, lagrimas, dulzura, etc…. No se trata de no reconocer nuestras diferencias, sino de potenciarlas y no rebajarlas. Tanto hombres como mujeres percibimos la realidad a través de nuestras emociones, ambos sentimos y podemos expresar eso que sentimos. Somos igualmente dignos, valiosos y merecedores de respeto incondicional.  Cada ser humano es único y necesario en el Todo universal.

Me molesta la celebración del día de la mujer con flores y tonterías cursis provenientes de estereotipos que no llevan a nada.  Son constructos sociales, no propios sino inventados y aprovechados por el marketing para alentar el consumismo.  Pero aquí lo realmente importante es cómo logramos contactarnos con nosotras mismas para encontrar nuestra valía propia.  No importa si toca ir en contra de lo que todo el mundo espera.  Lo importante es saber reconocer quienes somos, cuáles espacios son los que queremos, cuáles límites debemos poner para hacer respetar nuestras necesidades y poder actuar por convicción, desde la abundancia de lo que somos y no desde la carencia de lo necesitadas que estamos.

Los cambios profundos tardan generaciones en manifestarse, pero nosotras tenemos el poder de lograrlo, desde el hogar, desde la educación de nuestros hijos, desde el sabernos capaces y suficientes sin tener que demostrarle nada a nadie.  Dándole espacio al hombre para que ejerza su energía masculina, respetuosamente, que exprese sus sentimientos; no reemplazándolo, sino respetándolo como ser humano completo igual que nosotras.  Salir del circulo vicioso de culpar a los hombres únicamente por nuestra situación, cuando nosotras también tenemos todo que ver en ello y centrarnos en hacer la diferencia.  Hay que cambiar la manera de educar a hombres y mujeres para modificar la mirada sobre unos y otros y permitir la expresión libre de nuestro ser, como humanos completos, capaces, suficientes.  Cambiar la manera de relacionarnos, para que no sea desde el poder sino desde la igualdad y el respeto mutuo.  Sin tener que demostrar nuestra feminidad ni ellos su masculinidad. ¡Ni nadie nada!

Hoy te invito a repensar tu forma de ser mujer en el mundo y tu concepción de lo que “debe ser” en cuanto a roles y género se refiere.  A encontrar tu propio lugar en el mundo, establecer tus límites y permitir al otro ser en su libertad;  moverte por tus propios valores y convicciones personales. 

Hacer la reflexión sobre el ser humano sin distinción de ningún tipo, como un ser digno, valioso, único e irrepetible.  Sin necesidad de demostrar lo que es o no es; sin miedo a ser juzgado y calificado o rechazado por ser diferente. 

Te invito a dejar todo esto atrás y a valorar a cada persona dentro de su propia singularidad.

-Emily Atallah-

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