Como seres humanos, siempre estamos en búsqueda de algo más. No estamos satisfechos por naturaleza; creo que nuestro ser en todas sus dimensiones siempre está sediento de más: conocimiento, bienestar, salud, vida, dinero, cosas que nos hagan más sencilla la cotidianidad, etc…
Aunque sabemos que vamos a morir, vivimos como si eso no fuera a pasar nunca. Y nos metemos en un tren de consumismo y adquisiciones de todo tipo que nos van alejando de lo que es realmente importante. Pero no nos damos cuenta, llega un momento, en el que estamos bastante cómodos, no totalmente satisfechos, pero tenemos en teoría lo que necesitamos y dejamos de pensar. En mi caso, me dedico a leer novela negra, de crimen y policíacas. Veo televisión, series de lo mismo.
Nos acostumbramos al ritmo que llevamos que nos permite con dificultad llegar a fin de mes y pagar las cuentas, pero sin grandes sobresaltos. De vez en cuando, algo nos «timbra», pasajeramente. Por ejemplo nos miramos al espejo y vemos que el tiempo ha pasado, por las canas, o por las arrugas. Y corremos a remediar ese asunto.
Así va pasando la vida hasta que algo extraordinario ocurre y nos sacude, nos mueve el piso. Un accidente, el diagnóstico de una enfermedad grave, la muerte de un ser querido, la quiebra económica, un desastre natural. Empezamos a preguntarnos si vale la pena desear o hacer algo, por qué continuar viviendo.
O la otra alternativa, es que como somos seres dinámicos y creativos, empezamos a aburrirnos y la rutina y el tedio nos llevan al fondo, al vacío existencial. Buscamos donde no vamos a encontrar, nos anestesiamos y nos consolamos con alcohol, drogas, sexo y más consumo. Y tal vez, ahí si despertemos y busquemos el para qué de nuestra vida, su significado, de qué va lo que hacemos y cuál es nuestra misión. Qué huella queremos dejar.
Eso si estamos de suerte, porque la mayoría de las personas mueren, sin haber vivido. Sin haber encontrado el sentido de sus vidas; ahí cómodos en su zona de confort. Pero también es cierto, que si tenemos que morir, ¿qué sentido tiene vivir?
Hacernos la pregunta y tomar la decisión de responderla, es de valientes. Porque se sufre, pero luego se vive plenamente y vale la pena!!
La zona de confort es la zona de la anestesia de la vida y es por eso que debemos tratar de vivir de forma simple, sin tanta comodidad, teniendo que hacer el trabajo doméstico diario, la cocina, sin tanta ayuda en la oficina, contestando nuestro propio teléfono, sin tanto tratamiento de belleza, aceptando el paso de los años y apreciando la sabiduría que viene con ellos, apreciando el hecho de que no siempre nos veremos jóvenes. Aceptando el sufrimiento inherente a vivir y no queriendo permanecer en un estado de felicidad absoluta todo el tiempo. El sufrimiento trae grandes aprendizajes sobre el sentido de la vida, pensar en la enfermedad, aceptar la tristeza cuando perdemos algo valioso. No hacerle el quite a nuestras emociones, que están ahí para darnos una entrada al significado del mundo…
Son sólo ideas, con las cuales no muchos estarán de acuerdo, pero en general, vale la pena preguntarnos: ¿De qué se trata este asunto de vivir? ¿Cómo podemos ser conscientes día a día de nuestra existencia? ¿Qué vinimos a hacer en este mundo? ¿Cómo queremos ser recordados?