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Las mujeres en todo…

Mujeres educadas y educadoras, constructoras de una paz duradera, pero ante todo constructoras de nuevos lenguajes, diálogos y formas de relacionarnos fuera de la violencia.  Mujeres que enseñan desde la ternura y la compasión a entender al otro en su diversidad y a incluirlo en el diálogo que construye y dignifica.  Para una nueva Colombia necesitamos programas que eduquen a las mujeres en sus derechos y responsabilidades, que las empodere para que se sientan dignas de ser amadas y respetadas, que les otorgue el derecho a opinar y a ser oídas y que su voz retumbe en todos los hogares y escuelas de nuestro país para la construcción de una patria diversa, incluyente, honesta y en paz.

Y es de destacar en el reciente acuerdo de paz entre la guerrilla de las FARC y el gobierno, el hecho de haber dedicado un capítulo entero a las mujeres como víctimas, pero también como gestoras de paz.  Es la primera vez que se incluye a las minorías, tan sufridas, atrapadas en el subdesarrollo y el fuego cruzado entre los combatientes, en un acuerdo que modifica la constitución, que contempla políticas para su inclusión y desarrollo.

“Las mujeres serán protagonistas de la implementación del Acuerdo Final de paz, serán veedoras del cumplimiento de los compromisos y ayudarán a crear los cambios culturales y sociales que se requieren para avanzar hacia una paz sostenible y duradera”. Alto comisionado para la paz

La humanización de la mujer ha sido un camino difícil.  Su dignidad se desprecia, sus derechos se violan o se niegan, no tiene acceso a educación, sufre por una cultura machista, se le explota sexualmente y padece las formas modernas de esclavitud. Nunca se le ha considerado como un igual y le ha tocado ganarse sus espacios poco a poco y a costa de no pocos sufrimientos.

¿Hoy ha cambiado realmente su situación?   En ciertos círculos se han obtenido grandes conquistas.  A la mujer se le va reconociendo poco a poco; ahora tiene derecho al voto, al trabajo, a la educación (muchas veces parcial y sólo en algunos lugares), pero… ¿es justo que la mujer tenga que ganarse los espacios de la vida?  ¿Es justo que tenga que luchar por su derecho a realizarse profesionalmente, o que por obligación deba colaborar con el sustento económico de la familia y a cambio haya recibido la doble o triple carga de la educación de los hijos, el manejo del hogar y el trabajo en condiciones inferiores a las del hombre?  ¿No debería gozar de los mismos derechos y deberes de cualquiera sólo por su condición de ser humano y la dignidad que ello le otorga?

Es momento de preguntarnos si la revolución femenina ha alcanzado su objetivo o lo único que ha conseguido es que a la mujer se le triplique el trabajo y el esfuerzo por vivir simplemente y no se le reconozca aún su esencia única de mujer, de madre, de sostén del hogar, de educadora natural, de forjadora de valores, de proveedora de armonía, amor y soporte…

Se ha querido, a partir de la revolución femenina, negar la diferencia enriquecedora y complementaria de lo masculino y lo femenino y se ha querido igualar lo que no tiene igual llevándonos a perder el enfoque de igualdad de derechos y condiciones en una nebulosa igualdad de género que niega la importancia y aún la existencia de la mujer.  Hemos llegado al extremo de juzgar lo femeninamente femenino como contrario a las metas buscadas por las mujeres para llegar a parecernos a los hombres, como si eso fuera menos machista que la negación de los mismos derechos.

Mirando hacia las sociedades evolucionadas, vemos que la mujer simplemente ha conquistado el mundo del trabajo a costa de su propia tranquilidad, de dejar su maternidad de lado, a costa del sufrimiento y abandono de los hijos, del cual se culpa sólo a la madre, cómo si el varón hubiera sido testigo de excepción. Se ha logrado la visibilización que le había sido negada, a costa de ser juzgada por sus capacidades de súper heroína y simplemente de ser juzgada en todo momento y comparada con lo masculino.  Lo peor es que la mujer ha evolucionado y ha emprendido las tareas que antes eran del hombre, dejándolo a él sin piso ni identidad.  Ahora vemos un vacío de masculinidad, hombres que perdieron su responsabilidad proveedora y no adoptaron ningún otro papel en la familia dejando el rol de padre, sin padre.

Lo cierto es que la mujer aún en estos tiempos modernos, sigue siendo el pilar de la familia, la primera fuente de educación de los hijos.  Educación no necesariamente académica, sino educación en valores, educación para la vida. 

¿No vale la pena apostar por la mujer y por su educación?  ¿Si la mujer está capacitada para educar en un ambiente de paz, para enseñar valores constructivos de paz y amor, no será el mundo un mundo mejor? ¿No vale la pena educar al varón para ejercer correctamente su rol de padre, colaborar con las tareas domésticas y la educación de los hijos en lugar de relegar todo en manos de la mujer y quedarse como un actor externo y desinteresado de la familia? 

Después de años de haber estado entre la espada y la pared, abusadas por guerrillas, paramilitares y militares, las mujeres fueron incluidas en el acuerdo de paz y se les reconoció como víctimas, como actoras en el conflicto armado y como seres humanos.  Las mujeres no son invisibles.  Han participado como guerrilleras, como víctimas de abuso sexual, de abortos, de embarazos no deseados, de violaciones, de violencia y de desplazamiento forzado.  Y nunca se les había reconocido.  Hay pueblos enteros sin hombres, donde las mujeres han tenido que hacer frente a sus pérdidas y también salir adelante alimentando a sus hijos, haciendo comunidad y poniendo el pecho a la guerra y a la desgracia.  Valientes mujeres, mi admiración total.

En muchos países donde las mujeres se involucraron en las decisiones sobre los procesos de paz y su implementación, hubo una probabilidad del 20% de obtener mayores resultados, según Estudio “Prevenir los conflictos, transformar la justicia y garantizar la paz” (ONU Mujeres), y es de destacar que, en este nuevo proceso de paz, las mujeres han sido especiales protagonistas y tienen una misión específica dentro de cada uno de los puntos del acuerdo, lo que no tiene antecedentes en el mundo.  Vuelvo y me cuestiono, ¿por qué solo lo masculino es lo estándar y a la mujer se le deben dar espacios especiales y equipararlas con las minorías y las diferencias?  Pero bueno, por lo menos es un gran avance la inclusión específica de la mujer dentro del marco de la paz.

En lo rural se priorizará a mujeres cabezas de familia en los programas de acceso a la tierra, en lo político se fomentará la participación de organizaciones de mujeres en distintos escenarios e instancias comunitarias, en cuanto a las garantías de seguridad el gobierno y las FARC se comprometen a no ejecutar actos de violencia o cualquier amenaza que ponga en riesgo la vida e integridad personal especialmente en cuanto a género, y en cuanto a la ley de víctimas, verdad, reparación y garantías de no repetición por fin se reconoce el impacto desproporcionado del conflicto armado sobre las niñas y las mujeres y el  Sistema excluyó la amnistía y el indulto para la violencia sexual, al mismo tiempo que se creó un equipo de investigación para estos casos en la Unidad de investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz. (www.altocomisionadoparalapaz.gov.co)

La mujer como cabeza del hogar, como educadora, como acompañante de los hijos y de la pareja, es un miembro importante en todo el entramado de la paz.  Sin mujeres de paz no hay paz.  No se puede educar en la humillación, la violencia y el miedo y esperar un resultado diferente al que estamos obteniendo en Colombia.  Cambiemos el entorno de las mujeres y cambiaremos el entorno de Colombia entera.  Eduquemos a las mujeres y educaremos a Colombia.

Hay que cambiar la cultura de la violencia y atacar varios frentes a la vez.  Uno de esos es educar a las mujeres para que sean multiplicadoras de herramientas de resiliencia y de paz comprometiéndonos a hacer, pensar y sentir basados en la justicia, la transparencia, la seguridad ciudadana, la equidad, el cuidado del medio ambiente, el respeto por la diferencia y el diálogo social.

Como muestra de que las mujeres unidas logran grandes cosas, Leyla Rosa Peña, secretaria de las Mujeres de Villavicencio, en la concentración que daba la bienvenida al Papa Francisco en la ciudad afirmó: «Hoy hemos sido más visibles que nunca, hemos logrado, con nuestra incidencia y movilización que la Iglesia, que no suele hablar de las mujeres, nos ponga atención, que un líder mundial como el Papa mencione en su Misa la necesidad de que las mujeres vivan una vida libre de violencias. Demostramos así que cuando las mujeres nos unimos logramos objetivos grandes».

Existen varias iniciativas para educar a las mujeres en sus derechos y ser promotoras de valores y de paz.  Una de esas es  la que la ONU Mujeres y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional – USAID proponen al desarrollar el programa “Superando la Violencia Contra las Mujeres”, un proyecto diseñado para a contribuir a avanzar hacia cambios estructurales necesarios para superar la violencia contra las mujeres y fortalecer las instituciones combinando asistencia técnica en la atención y el acompañamiento a las víctimas, veeduría ciudadana para erradicar la violencia de género y la transformación sociocultural erradicando los patrones que permiten la violencia en la región.

Las mujeres tienen así un papel fundamental en la “Educación para la paz” programa gubernamental que nos señala los pilares que enmarcan la educación en Colombia y que deben integrarse en todas las áreas del saber académico del país (Categorías de Educación para la Paz Temas del Decreto Reglamentario 1038).

Las mujeres pueden ejercer un liderazgo que transforma al tender puentes entre las personas distanciadas, fortalecer la identidad en los territorios y promover pactos de paz y entendimiento.  Con su visión conciliadora pueden ayudar a desestigmatizar y promover la cooperación, la comprensión y la empatía al interior de las familias y desde el aula de clases y ayudar a la inclusión de todos y el retorno a la vida civil de los desmovilizados.  Por su natural actitud conversadora, es importante para promover el diálogo pacífico entre todos y ante todo ayudar a des-aprender todas las formas de relación que alimenten la violencia y el desacuerdo entre las personas.  Ayudar a las mujeres a crecer y vivir en paz nos ayudará a promover una familia y una escuela pacífica.  Pero para esto es muy importante darle voz a la mujer, que se ha perdido entre los violentos y ha pasado a tener un papel pasivo y victimizador.  Una mujer empoderada es capaz de cambiar una sociedad y ser eje definitivo en la convivencia en las comunidades y la vivencia de los derechos humanos.

“…A quienes derramaron lágrimas y sangre y perdieron su dignidad, les dije: “Hermanas, hijas, encuentren sus voces”. Ese es mi mensaje a ustedes: rechacen la violencia sin sentido, encuentren sus voces y trabajen por un mejor futuro en Colombia”.  Ellen Johnson Sirleaf.  Presidenta de Liberia y Premio Nobel de Paz abril 28, 2013

Bibliografía:

  • Cátedra para la paz. Orientaciones generales para la implementación de la cátedra de la paz en los establecimientos educativos de preescolar, básica y media de Colombia.  Ministerio de Educación Nacional. 2016
  • Cardona, G. Franco, L. Aldana, A. Los rostros de las mujeres víctimas del conflicto en Colombia: diferentes formas de violencias de género. Forensis 2016. Datos para la vida.
  • La paz es conmigo.  Las mujeres como protagonistas en la construcción de paz. Oficina del alto comisionado para la Paz.  Bogotá, 2017
  • Wallach Scott, J. Género e historia. Fondo de cultura económica. México, 2008



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