Los seres humanos somos seres complejos; más allá de la maravilla de lo biológico y lo psicológico, lo realmente nuestro, que no compartimos con los animales es lo espiritual. Lo biológico es lo heredado de nuestros padres, las características físicas, la genética, el cuerpo y todo lo que lo compone, también con los condicionamientos, carencias, disposiciones etc… Nos viene dado, no hay decisión ni aprendizaje. Puede condicionarnos de alguna forma, pues lo traemos sin haberlo pedido, y a veces no es como “debería ser” según los estándares de “normalidad” impuestos por la ciencia, la sociedad, etc…
Lo psicológico es parte heredado, son los rasgos de personalidad que nos asemejan a nuestros padres, pero también son nuestras relaciones desde que nacemos, con nuestros familiares y amitos; lo que recibimos a través de la cultura en la cual nos criamos, en parte lo aprendido en la educación y la influencia del entorno. Son lo heredado y lo aprendido. Pueden determinarnos de alguna forma, pues no es fácil abstraerse de todo lo que nos rodea y que de alguna forma nos influye.
Pero el ser humano va mas allá de la búsqueda del bienestar biológico (o evitar el displacer), va mas allá de su entorno, de su medio ambiente, de su educación.
Ante el temor (o terror, miedo) a presentar un examen final en la universidad, donde me juego pasar el semestre y además demostrar a mi familia y amigos que si soy capaz y suficiente (lo que me produce una ansiedad terrible, con sudoraciones, palpitaciones y temblores), tengo varias opciones: puedo simplemente no presentarme y buscar la manera de hacer otro tipo de trabajo, dar de baja la materia; o lo presento y dependiendo del resultado lo hago publico o no, pues de eso depende mi valía como persona (de acuerdo a mi percepción personal). Pero otra cosa muy diferente es si no evito la tensión entre lo que soy y lo que “debería ser”, sino encuentro el valor que me lleva a presentar el examen intencionalmente. Si puedo responderme la pregunta ¿para qué estoy estudiando esa carrera? me presento con una mirada muy diferente, tomando la decisión de pasar el examen y la materia y graduarme para poder servir con más herramientas a la comunidad, a pesar del miedo terrible que siento.
Lo Espiritual es lo que nos pertenece a cada uno exclusivamente y es lo decidido. Es lo que hacemos con lo que hemos heredado, con lo que nos han enseñado, con lo que nos ha tocado vivir y sufrir. Son las opciones, la decisiones de vida. Es lo que me permite distanciarme de mi mismo y mirarme, analizarme en medio de la situación, regularme y tomar decisiones según los valores personales. Tomar posición ante mis miedos, o mis síntomas, o mis condicionamientos biológicos o psicológicos.
La dimensión espiritual del hombre desde la logoterapia y el análisis existencial implica:
- Nos hace personas, es una dimensión integradora y nos hace conscientes de nuestra biología y nuestra psicología y nos lleva a ser un todo. Nos lleva a tomar postura ante nuestros condicionamientos, enfermedades e incluso ante la muerte. Es decir también es la que hace de nuestro organismo psicofísico un instrumento de expresión.
- Nuestra orientación hacia el sentido. Es potencia pura que se reconoce en la acción, la respuesta que doy a mi vida.
- La orientación hacia una actividad, es decir la capacidad de ir más allá de mi mismo, hacia una persona o hacia una tarea. Es la que hace consciente el amor, el vinculo, el arte, la moral.
- La capacidad de observarse a sí mismo en perspectiva, para conocerse y comprenderse, para regularse, para proyectarse al futuro. Es autoconsciencia, dialogo, reflexión.
- La dimensión espiritual es la apertura a la vida, en libertad y responsabilidad. Es vivir el momento abiertamente, lo cual implica un riesgo, y sin embargo la vida es riesgo. Es responderle a la vida según lo valioso e importante, con lo que puedo darle, recibirle o enfrentar ante lo que la vida me pide, me regala o me confronta.
Y al ser conscientes de todo esto nos enfrentamos también con la conciencia de la finitud. Lo espiritual en nosotros es lo que nos lleva a preguntarnos ¿Para qué vivir? Encontrar el sentido en cada situación, cada vínculo, cada sufrimiento es lo que al final de nuestra existencia nos lleva a decir que valió la pena haber vivido.
Lo cierto es que la vida es un constante cambio, aun cuando nosotros nos encerramos en nuestra burbuja de cristal. La vida no para, pero nosotros nos perdemos de vivir. Y aun al tomar la decisión de quedarnos quietos y encerrados, ¡estamos decidiendo! y eso hace que en alguna medida estemos cambiando. El espíritu humano es relación.
Te invito a hacerte algunas preguntas:
¿Qué estoy aportando a mi mundo, a las personas que me rodean, familiares, los pocos amigos que tengo, las personas que trabajan conmigo? ¿Estoy sumando o restando con mi actitud ante la vida?
¿Veo todo gris oscuro, negro, triste, peligroso? Muero de miedo ante los posibles peligros que me amenazan? O veo la vida como una oportunidad constante de aprendizaje, aun en las situaciones difíciles?
¿Soy capaz de salir de mi burbuja de cristal (aunque sea con todas las precauciones y medidas de bioseguridad) y experimentar cosas nuevas, conocer nuevas personas, crear algo nuevo?
¿Prefiero lo malo conocido que lo bueno por conocer? Qué tal que lo bueno por conocer sea la felicidad y el sentido de mi vida? Me doy la oportunidad?
Y la más importante de todas: ¿Quién estoy siendo hoy en mi vida? ¿Cómo estoy viviendo?