Qué es, para qué sirve y cómo la logramos
Me pregunto casi que a diario: si entendiéramos el tema de la autorregulación, y lo tuviéramos presente, lo enseñáramos a los pequeños, ¿tendríamos estos problemas de violencia tan fuertes en nuestro país y nuestro mundo, problemas de ansiedad, problemas de depresión, de vacío existencial?
Nacemos con un temperamento y moldeamos un carácter, pero no escogemos ni los padres, ni las circunstancias, ni el lugar en que nacemos y nos criamos los primeros años. Por suerte, como dice Efrén Martínez en su ultimo libro “Esclavos de la personalidad”, podemos USAR nuestra libertad y OPONERNOS a nuestra personalidad, para dominar nuestras reacciones, reestructurar los filtros y experimentar el mundo como un lugar seguro y menos amenazante.
La parte emocional es básica, humana, y súper importante y no se le da el debido lugar. Es a partir de nuestras emociones, donde tenemos el primer contacto con lo que es valioso para nosotros y en donde tomamos nuestras decisiones mas importantes. Pero nos hemos dedicado a dar especial relevancia a lo intelectual y racional, dejando de lado e inclusive desvalorizando lo emocional que además garantiza nuestra supervivencia biológica y psíquica; nos hemos propuesto cultivar el intelecto, impartir aprendizajes académicos, medir todo de manera científica y se nos ha olvidado la relevancia del sentir, del conectar con el otro, de percibir espiritualmente, de escuchar nuestra intuición y de parar para vernos, para analizarnos y no actuar por impulso. Nuestros instintos no nos gobiernan (o no deberían); nosotros decidimos la forma en que queremos vivir.
Para eso tenemos algunas capacidades/habilidades que podemos cultivar y que tenemos en potencia desde que nacemos, como la capacidad de vernos a nosotros mismos y tener conciencia de lo que somos; como si nos miráramos a distancia para decidir si eso que vemos nos gusta o lo cambiamos. Nos podemos ver en diferentes situaciones, preguntarnos y evaluar nuestras reacciones y nuestras formas de actuar y tomar la decisión de cambiar si así pensamos que sería mejor para el desempeño de lo que queremos ser y mostrar.
También tenemos la capacidad de trascender nuestro ser, dejar huella, afectar a otros. Y en todo esto, actuar desde nuestra libertad, asumiendo con responsabilidad las consecuencias de esas decisiones.

- Poner distancia ante situaciones y analizarlas, entenderlas y comprenderlas.
- Regular nuestros impulsos y no ser dominados por ellos.
- Ser capaces de poner limites protectores; ser proactivos y no reactivos ante una discusión, un evento o circunstancia,
- Mejorar la autodisciplina y trabajar por lo que quiero con un norte más claro
- Discernir ante lo que es bueno/malo y lo que va de acuerdo con lo valioso e importante para mi.
- Parar y pensar qué es lo que realmente nos pertenece y qué es de otros (es decir vivir una vida propia y auténtica); qué viene de expectativas, de cosas que esperamos de otros y de nosotros mismos, de perfeccionismos etc….
- Lidiar con la frustración de que no todo es como queremos, o como esperamos. Aceptar la incertidumbre de la vida y tomar decisiones con sentido.
- Nos ayuda a ver la vida no como una amenaza sino como una posibilidad y nos ayuda a comprometernos, involucrarnos, responsabilizarnos con una relación, un trabajo, una causa.
- Nos ayuda a comprender y aceptar lo que sucedió y asumir las consecuencias.
- Convivir con el malestar entendiendo que no siempre tenemos que estar bien (esto especialmente importante para ayudarnos con temas de ansiedad y depresión)
Teniendo en cuenta todos los beneficios de vivir reguladamente, es importante que le demos un espacio dentro de las habilidades a enseñar y tener en cuenta desde la crianza. Los pequeños antes de los 3-4 años no tienen la capacidad de entender sus emociones y actúan por impulso con su cerebro reptiliano. La regulación entonces es dada por el adulto quien contiene desde su propia respiración y ritmo cardiaco y va así enseñando que hay otras formas de contener el torrente emocional. Antes de los 6 años, el niño no tiene la capacidad de la empatía, es decir, de ver al otro y actuar con compasión. También esto hace parte de la alfabetización emocional como dice el Dr. Mark Brackett en su libro “Permiso para sentir”. Es básico aprender a sentir, analizar el sentimiento a nivel corporal, entenderlo y comprenderlo. Regular no es tapar ni esconder. Aquel que parece ser fuerte porque nunca llora, no es una persona regulada sino reprimida.
A medida que va creciendo el niño y llega a la adolescencia su parte prefrontal cerebral va madurando (la madurez completa no llega sino hasta los 28 años) y lo importante es que se vayan dando herramientas para poder verse, parar ante las situaciones, ver a los demás para poder tomar decisiones un poco más acertadas y esto se logra con límites, normas, diálogo, negociaciones informadas y mucho, mucho amor. Hay que darle al niño y al adolescente lo que necesita, no lo que quiere, e irlo acompañando y formando.
La realidad es que nos falta mucha educación emocional, mucha información y conexión con nosotros mismos y eso hace que como adultos nos sea muy difícil autorregularnos también. Más en una cultura consumista, de gratificaciones inmediatas y el sí se puede.

Aquí algunas pautas que nos pueden ayudar a mejorar la capacidad de autorregulación y obtener los beneficios de vivir una vida coherente y mesurada:
- Parar y respirar. Esta es una medida de emergencia que debemos tener grabada en nuestra mente. Aunque no va al fondo nos ayuda en el momento a no actuar por impulso cometiendo errores costosos.
- Tomar distancia de la situación. Al parar y respirar, debemos también añadirle la distancia física. Como adultos podemos hacer esto, yéndonos a otro lugar o espacio y calmarnos unos momentos. Los niños pequeños por el contrario no tienen la capacidad de pensar aún y auto distanciarse, por lo que si los mandamos al “cuarto a pensar” probablemente la asociación sea si dejo de llorar me sacan, o algo por el estilo.
- Analizar la situación en frio. Ya esto hace parte de un trabajo personal más profundo. Cerrar los ojos y conectar con lo que sentí, con lo que me molestó o me hizo reaccionar, el por qué, ver la historia de situaciones parecidas, como lo manejé antes y ahora y por su puesto si es el caso, felicitación o compromiso de cambio.
- Reflexión y trabajo interior. El autoconocimiento es la clave para la regulación. Si no sabemos lo que nos detona, si no conocemos nuestras emociones y no tenemos ni idea de lo que es realmente valioso para nosotros, será imposible autorregularnos en la vida.
- Buscar ayuda, leer, ver películas. Camino de la autoconsciencia, poder gestionarnos para ayudar a gestionar.
Un libro que nos ayuda a todo este tema de la autorregulación y la conexión con la vida y su sentido es “Hazte dueño de ti” del Dr. Efrén Martínez cuya reseña encuentran el mi canal de YouTube.
La invitación entonces es trabajar en nuestra autorregulación, preguntarnos cómo estoy gestionando mis impulsos, mis emociones y tener presente todos los beneficios que me trae una vida mas intencional y consciente.