Ubicarnos nuevamente después de tanta expectativa ante el nuevo año.
Para cerrar el tema del mes, de cómo encontrar propósito en el nuevo año, vamos a hablar un poco de los valores de actitud. Así era como Viktor Frankl denominaba a eso que cada persona hace con lo que tiene, con lo que ha vivido y experimentado en su pasado, con sus sufrimientos, pérdidas y dolores.
Porque en la vida no se trata de pasar de agache, de no sentir nada que nos incomode, de ocultar nuestra vulnerabilidad, sino se trata de vivir intensamente, aprender cada día de cada experiencia, incluso de lo más doloroso. Se trata de recordar con amor y agradecimiento a quien ha partido. Se trata de vivir de manera diferente el amor y las relaciones poniendo límites sanos que nos protejan, de tener vínculos profundos con el otro a partir de conocernos y amarnos para poder dar lo mejor. Se trata de recibir el asombro diario de un amanecer, de la diversidad de la naturaleza y de darnos con todo lo que somos, poniendo nuestros talentos al servicio del Universo.

Todos sufrimos y en estas épocas de pandemia muchos hemos perdido seres queridos, amigos entrañables y la salud. Es importante poner el sufrimiento en su lugar, porque el sentimiento de pérdida, de abandono, de soledad y miedo son tan fuertes, que pueden hacernos perder el piso, si no estamos atentos a la vida. ¿Qué hacemos con nuestros dolores y sufrimientos?
Hoy en día se habla mucho de encontrar el para qué, y yo no siempre estoy muy convencida de que cada vivencia tenga que tener un para qué.
Creo que somos parte del universo y que jugamos un papel co-creador muy importante. No somos marionetas de un Dios que nos maneja a su antojo, sino que hemos sido creados a imagen y semejanza, es decir, somos libres para elegir y tenemos voluntad para responder ante las preguntas que la vida nos plantea.
Al ser co-creadores de nuestro destino, somos responsables no sólo de nuestra propia vida, sino de la vida de los demás y la de nuestro planeta. No estamos aquí como observadores sufrientes ni como observadores que disfrutan únicamente y tienen que vivir felices todo el tiempo. Todo lo que pasa está conectado y nuestras decisiones personales no sólo nos afectan a nosotros sino a nuestro entorno y más allá. Tenemos la posibilidad de elegir siempre, cómo queremos vivir y qué queremos hacer con lo que nos pasa.
Todo esto no es fácil de comprender, y es mi opinión personal de un camino que llevo de profundización y conexión espiritual y personal. Muchas personas podrían tener otras percepciones.
Pero sí creo que en esa capacidad que tenemos los seres humanos de buscar sentido de vida está la habilidad de tener una actitud frente a la adversidad, que nos lleve a encontrar significados y aprendizajes que nos hagan amar la vida a pesar de todo.
Y en esa actitud ante la vida, elegida libremente, está la capacidad de ver las oportunidades y las posibilidades del futuro de una manera significativa y alegre o ser una carga de expectativas estresantes que nos llenan de angustia y de miedo.
Cuando decidimos no amar, para no sufrir; no salir para no correr peligros; no arriesgar para no perder; ponemos corazas que nos van envolviendo en una burbuja y nos perdemos la vida. Nuestras conversaciones se tornan temerosas, monotemáticas, predictivas de desastres y calamidades. La vida se vuelve color negro. Nos acostumbramos a nuestro pequeño mundo y empezamos a creer que eso es lo que hay y juzgamos a los demás por todo. ¡Y nos perdemos los colores! Poco a poco nos vamos empobreciendo de vivencias, se agota la expectativa, se reducen los vínculos, nos centramos en el dolor y vamos cayendo en el vacío existencial.
Lo importante es ser conscientes de que la muerte es inevitable, pero la vida, la verdadera vida, es una opción personal. ¿Cómo queremos vivir el tiempo que nos quede? Podemos morir hoy mismo… ¿podemos decir que hemos vivido? En cada situación es importante ver los aprendizajes, y seguir adelante.
Vamos a volver a amar, vamos a volver a perder, pero con nuevas herramientas que nos harán la experiencia diferente. Que lo que permanezca en nuestro recuerdo no nos pese, no nos estanque sino que nos sirva de impulso, para vivir una vida plena de oportunidades y momentos significativos.
¿Qué tal que un nuevo amor nos llene de sentido? ¿Qué tal que un nuevo emprendimiento sea el camino? ¿Qué tal que un viaje nos despierte y nos abra al mundo? ¿Y si honramos a quien se fue viviendo sus enseñanzas? ¿Y si nos conectamos con la vida y somos felices aunque haya dificultades?
Te invito hoy a no perderte las oportunidades de vivir. A dejar el pasado atrás usando las enseñanzas de trampolín para construir un futuro pleno de significado.
Emily Atallah