Siempre he pensado que no tengo intuición, que soy demasiado racional, que lo que otras personas sienten en la boca del estómago, en el corazón, las presencias espirituales, las premoniciones de que algo va a ocurrir, etc… eran de personas con una energía diferente.
Todas mis decisiones las he tomado “con la cabeza” sopesando pros y contras, soy la señora “listas” y certezas. O era, porque desde hace un tiempo, he intentado conectarme más con mis emociones y con mi corazón. Y de hecho me he propuesto estudiar sobre la inteligencia del corazón para lo cuál empecé con una práctica meditativa habitual y mucha lectura y estudio sobre el tema, para ayudarme a acallar un poco la mente y lograr desde el silencio, escuchar mi intuición.
La verdad, me falta mucho. Amo el silencio y cada vez más logro ese silencio interior tan difícil de conseguir, pero me cuesta trabajo distinguir mis emociones, nombrarlas, identificarlas con sensaciones corporales, dilucidar si lo que estoy sintiendo me conduce a “algo” que me lleve a tomar una decisión más acertada y tantas otras reflexiones. Estoy en camino y no es un camino fácil en un mundo en el que las certezas, la ciencia, la estadística son las que nos dan las directrices para vivir y para tomar hasta las más superficiales decisiones.
Hoy me da risa (y me pesa también, aunque he aprendido mucho) haber desestimado mi intuición por tantos años; me habría ahorrado tantos dolores de cabeza con problemas que habría podido resolver si tan solo me hubiera escuchado mejor a mi misma y no ¡a todo el mundo!
Si tan solo hubiera conectado con lo que era para mí, con mis deseos y mis sueños y no me hubiera dedicado a complacer a todos, y a vivir una vida que la sociedad y mi cultura me decían que era la que debía vivir para poder estar a la altura de lo que “se suponía era lo correcto”.
He aprendido de otras personas, que antes me parecían lejanas y ahora encuentro realmente admirables. Personas que no viven en el pasado, pero que tampoco se la pasan esperando el futuro, sino que están construyendo día a día espacios en los que la escucha propia y de los demás se da de manera natural. Viven el día a día, son flexibles y capaces de adaptarse con facilidad de acuerdo con el fluir de la vida. No significa que no haya una estructura ni una planeación, que es tan importante para ir caminando con pasos más firmes. Sino que esa planeación se realiza de acuerdo con unos valores interiorizados profundamente, que son guía para cumplir objetivos y metas claras.
Gracias a la escucha del corazón logramos conocernos realmente y saber para donde vamos y así no perdemos el tiempo en nada que nos aleje de esa meta clara que tenemos. Por supuesto no quiero dejar de lado la razón, que nos puede ayudar a confirmar muchas cosas del corazón, pero debe ser una razón bien formada, bien entrenada para sincronizarse con lo sutil e invisible y no desestimarlo a la ligera.
No significa tampoco que el camino sea fácil, pero cuando uno tiene un norte claro, le es más fácil encontrar nuevas vías, sobrepasar obstáculos, diversificar, sortear, adquirir nuevas habilidades, etc…
Algunos tips:
Te invito hoy a eso… a conectar contigo desconectando todo a tu alrededor por un momento. Crea hábitos para lograr cambios.
Emily Atallah