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Comunicación emocional

Este mes voy a centrar las reflexiones en las emociones y la forma de comunicar lo que estamos sintiendo.  Aunque hay muchísimos estudios del tema, libros excelentes que les estaré sugiriendo, mis pensamientos se centran en mi propia experiencia y lo que veo a diario con mis clientes. 

Creo que estamos en una época de transición y por fin estamos hablando cada vez más de lo que sentimos, aunque falta mucho camino por recorrer.  Veníamos de un larguísimo periodo de contención emocional, promovido por una cultura patriarcal y de poder, donde se nos juzgaba de acuerdo con la forma en que nos comportamos ante los demás. Lo importante era -y sigue siendo aún- el lograr controlar nuestras emociones y las expresiones de las mismas, para ser vistos como  personas fuertes, enteras y menos propensas a derrumbarnos, en lugar de dar rienda suelta a nuestros miedos, llantos y risas.  Eso nos hará ver como superficiales y descontrolados. 

Y así hemos llegado a un punto en el que perdimos contacto con nuestro propio ser, y empezamos a pasar por la vida sin sentirla, como adormecidos, siendo totalmente cerebrales, pensando únicamente en ventajas y desventajas para todo lo que hacemos y para las relaciones que tenemos y en una intensa competencia con los demás por un materialismo desmedido. 

No logramos conectar ni con nuestra pareja ni con nuestros hijos, a quienes pedimos ser de determinada manera a cambio de lo que les damos.  No le ponemos corazón a las cosas, sino certezas, estadísticas y estudios científicos validados. Se nos olvida que somos seres humanos, no robots ni computadoras. 

Menos mal eso se está poniendo en tela de juicio, porque para mí, una persona que oculta lo que siente, pone una barrera en la relación, no me da confianza y es como si se pusiera un escudo.  No puedo leerla, no se lo que piensa, no me es fácil comunicarme con ella. Una persona que realmente está conectada con sus emociones no finge, no hace halagos vanos, ni culpa a otros por sus errores.  Una persona conectada con su interior sabe reconocer lo que sucede y se hace cargo, porque no le teme a sentir miedo, rabia, tristeza, desilusión, decepción, compasión por el otro y por sí mismo, amor incondicional.  Todas son palabras que están en su ser y que al apropiarse de ellas, le permiten crecer y desarrollarse, no hacerle el quite a la vida. ¿Ustedes qué opinan?

Comunicación emocional es precisamente eso. Es estar conectados desde el corazón, desde nuestros sentimientos desde nuestras emociones y salir al mundo desde allí.  Hacer conciencia de que tenemos permiso para sentir y decir. Que se vale opinar, sin temor a ser juzgados; se vale tener opiniones diferentes, respetuosas y sustentadas, aunque nos equivoquemos.  Se vale rectificar y cambiar de opinión.  Aunque nos mostremos vulnerables.

Al reconocer nuestras emociones, comprenderlas, asimilarlas, podremos ser proactivos, no reactivos. Y podemos ser compasivos y empáticos con los otros seres humanos que también sienten, sufren y se alegran.  Todos tenemos derecho a expresar lo que sentimos.

Muchas veces nos guardamos todo para no ofender a otros, para no decepcionarlos, para no incomodar, para sentirnos respetuosos con los demás y al final explotamos y terminamos haciendo todo lo que estábamos evitando. Las emociones reprimidas son como una olla a presión.

Muchas veces no expresamos lo que sentimos por no aparecer vulnerables. Porque siempre creemos que debemos estar demostrando nuestro valor, nuestra capacidad y nuestra suficiencia.  Y no nos damos cuenta de que somos dignos, por ser seres humanos y no hay nada que demostrar.

Muchas veces no decimos lo que queremos por miedo a ser juzgados; porque nos comparamos de diversas formas y nos da susto parecer «menos» (inteligentes, carismáticos, de mundo, conocedores, lo que sea…)

Muchas veces, lo que expresamos o decimos es el reflejo de las opiniones de nuestro entorno social y familiar, del ambiente en el que crecimos o nos movemos pero no de lo que verdaderamente pensamos y creemos interiormente.  Y perdemos nuestra identidad personal para fundirnos en la masa social.

Como puedo saber entonces qué es mío y qué es de otros?  Conectándome con mis emociones, con mi corazón y con mi ser interior.  Tomando conciencia de mi vida, siendo dueña y no víctima.

Para esto hace falta una educación emocional, es decir reconocer lo que estamos sintiendo y poder nombrarlo. Perderle el miedo a las emociones y ante todo perderle el miedo al qué dirán.

Y es que las emociones son las que nos contactan con lo valioso y por lo tanto son puerta de entrada al sentido de vida.  Recordemos que el sentido de vida se encuentra en circunstancias, personas, cosas valiosas que nos atraen y nos invitan a vivir de una manera especial y coherente.  Si hacemos caso omiso de lo emocional, será muy difícil saber lo que es realmente importante en nuestra vida.

Emily Atallah

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