Muchas veces me preguntan cómo es en la práctica diaria conectar con la emoción que me causa algo. Lo entiendo, pues durante mucho tiempo, viví sin conexión con mis sentimientos. No es que no llorara o riera ante ciertas situaciones, sino que en el día a día, lo simple dejó de tener importancia. Para que algo me moviera, tenía que ser «importante», como la muerte de un ser querido, el grado de un hijo, el miedo ante la falta de dinero etc…. El evento tenía que ser de cierto «calibre» para que yo pudiera sentir y emocionarme.
Y resulta que la vida no está hecha de «momentos realmente importantes» únicamente, sino de ese día a día que pasa desapercibido, monótono y rutinario, pero que es el que constituye el presente. La vida es simple y a la vez maravillosa y sorprendente. Pero su velocidad, las preocupaciones y los quehaceres diarios nos hacen dar por hecho el levantarnos y ver salir el sol, el alimentarnos, el respirar, el tener agua para tomar y bañarnos, el poder prender la luz etc…. Muchas veces ni siquiera escuchamos el canto de los pájaros. Llega a tal punto nuestra inconciencia, que no sentimos el ruido de un avión al pasar. Y también damos por hecho, la presencia de nuestros vecinos y amigos, de nuestra pareja. Los hijos suelen hacer más ruido y demandar más así que les ponemos atención, pero las parejas se van alejando si no ponen el esfuerzo consciente de sonreírse, tomarse de las manos, tener gestos de cariño, quedar para cenar juntos, hacer algo fuera de lo doméstico.
Cuando empecé mi certificación de coaching logoterapéutico, uno de los métodos que me enseñaron para conectar con lo valioso, fue el «Método de percepción de sentido» en el cuál el primer paso es conectar con nuestras emociones. Darnos el permiso de sentir, reconocerlo en el cuerpo y aprender a nombrarlo y describirlo y relacionarlo con el evento, es decir, el por qué.
Sabemos que tenemos algo valioso cuando la alegría, el gozo, la energía nos invade, o esbozamos una sonrisa. Si algo valioso se pierde, un amigo se va, un amor que ya no está, nos causa tristeza, melancolía, bajón de ánimo, sentimos frio en el cuerpo y nos quedamos sin ganas de hacer nada. Si estamos viendo que la situación económica del país está terrible por la pandemia, nos da miedo, desazón, angustia perder nuestro negocio, que valoramos tanto; empezamos a rumiar pensamientos trágicos, nos da insomnio. O si alguien ha provocado la muerte de un ser querido asesinándolo, nos invade la rabia, el desconcierto, no entendemos qué pasó y actuamos por impulso; mantenemos los puños cerrados y estamos listos para atacar.
Bueno son algunos ejemplos extremos que nos muestran nuestras reacciones emocionales ante lo que es valioso para nosotros. Pero todo lo valioso entra por ahí. Es por eso que tenemos que tener conexión con la emoción y no esconderlas o barrerlas bajo el tapete. Si simulamos que no existen, luego actuamos sin pensar y causamos un torrente difícil de contener. Las emociones debemos poder describirlas, sentirlas en el cuerpo, saber qué es lo que nos emociona de la persona, el evento, el objeto para poder tener un contexto. Hacer una comparación con otros valores que nos causen la misma emoción.
Pero no todo puede quedarse ahí en la emoción, y tampoco podemos ser solamente racionales. Tenemos que saber que lo valioso es bueno, aunque no me produzca placer o alegría. Puede ser algo triste, o que me atemorice (como decidir pasar la vida con un amor, o emprender o viajar por largo tiempo), pero aún así puedo ver en mi mente las ventajas, medir los resultados y saber que es bueno para mi, para otros y para el planeta etc….
Y luego, hay que integrar las dos. La emoción es más inmediata, pero la razón, la sigue muy de cerca. Logro percibir lo valioso, lo importante y a partir de ahí tomar decisiones buenas, que vayan con el sentido de mi vida. Cuando tengo claros mis valores puedo elegir de acuerdo con ellos y será más fácil despedirme de lo que no me conviene tanto. Tener claridad nos da un norte y nos ayuda a llegar más rápido a nuestra meta.
Los valores son personales, cada quien tiene que descubrirlos. No podemos imponer nada, tan solo acompañar la experiencia valorativa. Pero si es importante que desde niños aprendamos a reconocer lo valioso y actuar de acuerdo con ello. No dejar pasar las cosas sino estar continuamente preguntándonos, conectándonos, y hacerlo todo de manera muy consciente.
Por eso hacer varias tareas a la vez no siempre es aconsejable aunque en términos de tiempo nos ayude a ser más eficientes. Pero perdemos contacto con la vida. Preguntarnos constantemente y utilizar métodos de atención plena son muy aconsejables para retomar el contacto con nuestras emociones, nuestra corporalidad y nuestra mente.
Te invito hoy a repensar tu vida, conectarte con la naturaleza, respirar más profundo y despacio, saborear el vaso de agua que te tomas, sentir el viento en tu cara, el calor del sol en tu cuerpo. Te invito a dar gracias por lo simple y lo pequeño y que te sorprendas nuevamente con la grandeza de la vida.