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¿Cómo convertir mi sufrimiento en resiliencia?

Photo by Mohammad Bagher Adib Behrooz

Resiliencia es la palabra de moda.  El atravesar el sufrimiento y el dolor y salir fortalecido.  Pero también es una palabra que a veces sentimos que nos cuestiona duramente.  Y si no lo logro, si no soy resiliente, si no aprendo nada, si me siento hundido y desesperado, si no encuentro la salida…

Creo que los recursos de resiliencia están presentes en cada uno de nosotros, y como humanos somos capaces de adaptarnos y superarnos en la mayoría de las ocasiones.  Algunas personas tienen el privilegio de crecer en entornos que favorecen la resiliencia; entornos adecuados donde se han sentido seguros, rodeados, amados, donde se les ha permitido hacer frente a los dilemas de la existencia desde niños a través del juego, de conocer y gestionar sus emociones mediante la interacción con otras personas.  Así pueden echar mano de muchos recursos en su edad adulta cuando las adversidades se presentan y salen de ellas con mayor rapidez y éxito aparente. 

Sin embargo no todos han tenido la suerte de crecer en estos entornos sanos y en menor o mayor medida han tenido que usar sus recursos propios para protegerse del miedo, del abandono, de la falta de amor, de los apegos desordenados de los padres y de relaciones disfuncionales.  Muchas personas han crecido aisladas y carentes de contacto físico y emocional y no saben a su vez gestionar sus sentimientos.

Lo interesante de la grandeza del ser humano es que tiene la capacidad de salir de sí mismo y verse, y decidir si es así como quiere seguir viviendo.  Pues al final el ser humano es capaz de encontrar el sentido de su vida a pesar de las más extremas dificultades.

Para poder convertir nuestras adversidades en oportunidades de crecimiento y lograr salir adelante siendo conscientes de lo aprendido, de lo vivido y de lo que podemos compartir es necesario

  • Decidir vivir el sufrimiento. No ocultarlo sino transitarlo y aunque no sepamos bien para qué, dejar la pregunta abierta. Es decirle a la vida, sí a pesar de todo. El sentido está ahí aunque la dificultad no nos permita verlo en este momento.
  • Actuar de acuerdo con nuestra decisión.  Si hemos decidido echarnos a la pena, sentirnos derrotados, dejarnos morir, pues no haremos nada productivo para salir de ese sufrimiento.  Pero si hemos decidido al menos ser curiosos y ver qué pasa al final, pues daremos pasos pequeños de cuidado personal, de reflexión e introspección, de investigación y de lo que sea necesario para ir aprendiendo algo e ir superando la adversidad. 

Tus acciones muestran lo que eres, lo extraordinario, único y original

  • Preguntarnos constantemente qué es lo que la vida desea de nosotros y cómo podemos aportar a ella a través del sufrimiento, el dolor y la adversidad.  Saber que los problemas son parte inherente de la vida y elegir hacer de ellos algo útil. Somos irremplazables en esta vida única y personal por lo que tenemos una responsabilidad ante nuestra existencia.
  • Sonreír cuando la vida no nos sonríe.  Decidir la actitud con la que vamos a enfrentar la adversidad también es una facultad humana.  El humor, la risa el hacerle el quite al horror, es una forma de ahuyentarlo.  No se trata de no hacer nada y echarnos a reír, si no se trata de enfrentar lo más duro con las armas de la buena actitud, de la esperanza, de la distensión emocional, del bienestar físico y de la confianza.  El humor nos ayuda a aliviar la tensión entre el ideal y la realidad.
  • Pedir ayuda.  Es muy importante que cuando veamos que nos es difícil encontrar nuestros recursos, recurramos a alguien que nos ayude a vislumbrar ese futuro posible.  Somos seres en relación y la interacción humana es uno de los mas importantes factores de resiliencia.  Sentirnos acompañados, escuchados.  Ser importantes para alguien y poder tener la confianza de expresar nuestros más íntimos sentimientos es muy importante para salir del atolladero del sufrimiento. Hablar, escribir, dibujar, cantar.  Buscar expresiones artísticas y de relación que nos ayuden a sacar lo que sentimos y dejar plasmado en algo nuestro dolor.

Nunca es tarde para sanar nuestras heridas.  Lo importante es que aprovechemos esta vida para hacerlo y no nos privemos de tener una vida feliz, plena y significativa.

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