Creo que nacemos de una forma pura y sin contaminación al igual que afirma Heidegger que «el hombre ha sido arrojado a la existencia» en un mundo que no conoce, del cual no tiene información alguna. Sin embargo al nacer entramos en contacto con ese mundo compuesto por personas, sonidos, colores, naturaleza, situaciones y circunstancias que irán moldeando nuestro carácter poco a poco. Cada uno de nosotros viene con una información genética única y vive en un ambiente del que recibe todos los estímulos de manera especial y personal. Ese temperamento con el cual hemos venido nos permite percibir cada sonido cada palabra, cada gesto de manera individual por lo que inclusive los gemelos idénticos que vienen con una información genética idéntica, tienen un contacto único con el mundo que los rodea. Es decir, no hay otro igual a nosotros.
Lo curioso es que pareciese que eso que nos hace tan especiales como seres humanos nos molesta y nos lleva a estar en constante comparación e imitación de lo que son los demás. Ahí es donde perdemos esa autenticidad de lo que somos y nos vamos mimetizando con lo que el mundo espera de nosotros convirtiéndonos en un simple producto de lo que esté de moda en el momento.
La vida se transforma en un constante «dar la talla» o «encajar» en una sociedad que desde pequeños nos arrebata nuestra verdadera identidad. Se ha convertido en un problema crecer. Los tiempos naturales, en los cuales cada ser humano va alcanzando sus propias destrezas se han convertido en escalas estándares y si no cumplimos con los cuadros de comportamiento, de motricidad fina o gruesa en el tiempo estipulado, ya se nos cataloga como perezosos en el mejor de los casos y siempre seremos sujetos de terapias hasta igualarnos con los demás.
Hay ahora un nivel de perfección pre establecido, no se acepta a los jóvenes explorar y cometer errores. Acaso los padres no nos sentiremos orgullosos de nuestro hijo si no estudia determinada carrera, pasa a ciertas universidades, o sale a ganar sueldos de seis cifras como mínimo? En dónde se encuentra la tan mentada felicidad que decimos querer para nuestros hijos? De aquí salen padres sobreprotectores que solo quieren «lo mejor» para sus hijos pero que los ahogan en actividades y no los dejan desarrollar su personalidad, les organizan la vida, las tareas, los transportes y hasta hablan con los profesores y les resuelven los problemas sin aceptar que ese ser «perfecto» es humano y puede equivocarse, situación necesaria para poder aprender de sus caídas. Al final, los padres no podrán estar presentes a cada minuto, pero sí tendremos adultos sin carácter para afrontar las dificultades, sin voluntad para vivir y volver a empezar; personas que creen que todo lo pueden sin esfuerzo, con sólo desearlo.
Vivimos en una sociedad exigente y acoplarnos a ella tiene un precio; esa lucha por ser auténticos y la de cumplir con lo esperado nos lleva a un vacío existencial donde no nos encontramos a gusto con nosotros mismos. Nos hemos convertido en alguien que no somos en realidad. Muchos tratan de llenar esa falsa existencia con drogas, compras, fama, dinero, éxito empresarial a toda costa y… mucho, mucho ruido. Porque el silencio que nos increpa nos asusta, nos muestra la soledad que sentimos al no saber quienes somos. Siempre comparándonos, compitiendo, llenando las expectativas de nuestros padres, de nuestros maestros, del colegio, la universidad, la maestría, etc…. No tenemos identidad propia. Siempre se nos ha etiquetado, nuestros padres han alardeado sobre nuestros logros y nosotros por detrás, muertos de miedo de «no dar la talla».
La invitación hoy es a hacer un alto en el camino sin esperar el
derrumbe emocional. Mirar en nuestro interior y empezar desde cero a conocernos y lograr «darnos la talla» a nosotros mismos.
Me gustan mucho las listas, por lo que podemos empezar con una lista de lo que «me gusta a mi hacer» (no a mi pareja, ni mis hijos, ni mis amigos) y lo que no. Otra lista de los valores que me mueven, que me atraen y pensar si en este presente de mi existencia esos valores interiores más importantes son los que se ven reflejados en mi actividad diaria. Hagamos un alto para conectarnos con nuestra esencia mas pura y como tarea, propongámonos hacer algo auténtico, que refleje lo que realmente somos y pensamos.
Me gustaría que compartieran sus tareas. Qué es lo que van a hacer, que refleja su auténtico «yo».