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El perfeccionismo nos aleja de nuestra humanidad

Muchas veces entendemos de forma equivocada la palabra vulnerabilidad y creemos que significa debilidad, poner la otra mejilla para que sigan maltratándonos, dejar que se aprovechen de nosotros, etc…  Pero esto está muy lejos de la realidad.

Ser vulnerables es estar conscientes de lo que somos, lo que podemos y lo que queremos.  Tener sentimientos y mostrarlos, sin que por eso tengan los demás un permiso para burlarse o tomar ventaja ante nosotros.  Es saber que no somos perfectos pero que estamos en camino, en constante cambio, aprendiendo de nuestros errores y mejorando cada día. Sentirnos nerviosos y decirlo; tener miedo y saber que está bien; decir que no sabemos, ante la clase, y que nos informaremos para la próxima; reconocer nuestros defectos y trabajar por mejorar; sudar profusamente y no ocultarlo cuando hablamos en público, o cuando estoy ante alguien que nos gusta o que admiramos; olvidar lo que íbamos a decir y tener la mente en blanco en una charla y admitir nuestros nervios; sentirnos frágiles, cansados, pedir consejo, pedir ayuda, tener la mente abierta, ser creativos e innovadores aunque fallemos cientos de veces.  Amar con todo nuestro ser.

Estamos en un mundo que nos exige perfección.  Se ve con malos ojos el no ser capaces de hacerlo todo y hacerlo perfectamente.  Y así mismo, nosotros medimos a los demás con esa vara imposible de alcanzar.  Lo que hemos logrado, son relaciones rotas basadas en un ideal de ser humano que justo nos quita eso, la humanidad.

Vivimos una vida llena de máscaras y apariencias, donde ocultamos todo lo que pueda ser juzgado como imperfecto de acuerdo con los estándares sociales del momento.  No podemos mostrarnos en nuestra realidad física, con unos kilos de más, con el pelo gris o un par de arrugas, pues la perfección está basada en la juventud eterna, el cuerpo perfecto y ahora, la comida ultra saludable, hipo calórica etc…  No podemos mostrarnos en nuestra realidad económica donde los estándares son cada vez mas elevados y el éxito se mide en dinero, posesiones y poder del cargo.  No vale no tener lo mismo que nuestros pares, no vale no mandar a nuestros hijos a los dos o tres colegios del momento aunque sus valores no tengan nada que ver con los nuestros.

No podemos mostrarnos en nuestra realidad intelectual, pues mínimo debemos tener dos especializaciones, ser ávidos lectores, cultos músicos y cinéfilos etc…

El perfeccionismo riñe con la honestidad, con sanar las heridas, con aprender, con colaborar, con creatividad e innovación, con desarrollo personal y comunitario.

Así es difícil inclusive aceptar a nuestros hijos con sus fallos.  Desde pequeños les estamos exigiendo en unos niveles que asombrosamente les producen ansiedad, estrés, trastornos alimenticios, depresión y la tasa de suicidio cada vez es mayor y a edad mas temprana.  Muy triste que seamos los padres, quienes estamos llevando a nuestros hijos a estos niveles, cuando nosotros mismos podemos hacer el cambio.  Pero hay que empezar por trabajar interiormente.  Los niños están para jugar, crear libremente.  No estar llenos de actividades en las cuales tienen que ser los mejores.

¿En dónde queda nuestra libertad? ¿poder elegir lo que queremos ser en la vida y responder por nuestras elecciones?  Si siempre estamos vigilando, dirigiendo, castigando, evaluando… ¿cómo podemos comunicarnos desde lo que realmente somos sin estar muertos de miedo por el qué dirán, por las expectativas de los otros e inclusive las propias?

Y para las mujeres, el asunto se complica aun más, pues se espera que seamos buenas esposas, madres, administradoras del hogar, multitarea, excelentes en el trabajo….

Por qué hay tantas mujeres que son exitosas en sus trabajos y llegan a la casa y no son capaces de poner límites sanos, son golpeadas, maltratadas psicológicamente, etc… O se encuentran solas, cuidando a los hijos, a los padres…  ¿Por qué no hay equipo? ¿a que le temen los hombres?  ¿Ya no les es posible mostrar su masculinidad sino en la violencia y el maltrato?

El perfeccionismo se basa en estereotipos sociales creados por una estructura patriarcal que no le permite a los hombres ser empáticos y vivir sus emociones con la amenaza de su identidad masculina, que no es la real del ser humano. Los seres humanos no perdemos nuestra identidad de género por los roles que desempeñemos en la sociedad.  Somos intrínsecamente humanos, solidarios, compasivos.  Todo lo que nos limite en la expresión y el contacto con nuestras emociones nos quita humanidad no identidad de género.  Somos dignos y valiosos por el simple hecho de ser humanos.

El perfeccionismo es solitario.

Mostrarnos en nuestra vulnerabilidad, es muy difícil, por miedo a ser juzgados y condenados.

Cuando es todo lo contrario.  No hay desarrollo y crecimiento sino a partir de lo que haya por mejorar.  Lo perfecto no es susceptible de perfeccionar mas.  Todos estamos unidos en nuestra humanidad compartida, que si la negamos, hace que no tengamos vinculo ni conexión.  El perfeccionismo nos separa como especie, nos aísla y no nos deja ser responsables por nuestras acciones, pues el perfecto no comete errores, la culpa siempre es de alguien mas.  Nadie quiere estar cerca de alguien que es perfecto.  La comunicación se rompe y las relaciones se convierten en meras apariencias.

La invitación hoy es a mirarnos en nuestra vulnerabilidad y aceptarnos en ella.  Empezar a trabajar más en ver realmente quienes somos y amarnos en la luz y en la sombra.  Amar a los nuestros en la diferencia, y entre todos apoyarnos para mejorar.  Cada uno es un valioso aporte al universo, la colaboración, la empatía, la compasión nos llevan a alcanzar un mundo cada día mejor.

Algunos tips:

  1. Trata de ver al otro como un ser humano, con problemas, sufrimientos, habilidades, cualidades, igual que tu, etc…
  2. No esperes nada de los demás.  Sé claro cuando comunicas lo que necesitas y lo que no puedes aceptar, amorosamente.
  3. No juzgues.  El otro es único, tiene una vida propia y la mayoría de veces no tenemos ni idea por lo que está pasando.  Siempre se vale preguntar, no suponer.
  4. La perfección no existe, así que si algo (alguien) es demasiado perfecto, hay que sospechar.  Es diferente buscar la excelencia en lo que hacemos, pero el perfeccionismo siempre oculta la realidad.  Detrás hay alguien vulnerable.
  5. La mayor muestra de coraje es aceptar nuestra vulnerabilidad y trabajar por ser mejores cada día.

-Emily Atallah-

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