Siempre que escuchamos la palabra perdón, nos da como una sensación de incomodidad y hablar de amor al prójimo, no está de moda. Así que tal vez soy un espécimen de otro tiempo? O tal vez la forma de vida moderna nos ha llevado a ser competencia unos de otros, comunicarnos eficientemente por medios digitales y dejar de lado las relaciones personales y los vínculos cercanos sanadores.
Cuando nos relacionamos unos con otros adquirimos una serie de habilidades que nos llevan a una comunicación donde se involucran no solo las palabras sino la mirada, los gestos y la posición del cuerpo. Todo habla por nosotros y ese lenguaje nos hace seres humanos y nos entendemos más allá de lo tangible.
O… no nos entendernos, es la otra opción. Mal entendernos, ofendernos, dejar pendientes por decir, no decir lo que queríamos y decir lo que no intentábamos decir. Parece un trabalenguas pero es la realidad que se da en la comunicación humana. Y cuantas relaciones se rompen y se pierden por nuestras pobres habilidades de expresión.
Podemos decidir ir perdiendo poco a poco varios vínculos a lo largo de la vida o podemos desarrollar una serie de virtudes como la comprensión, la compasión, la empatía, la generosidad y el deseo de hacer el bien que son las herramientas que el perdón nos enseña. El perdón es un proceso y una actitud de vida que debe ser practicada una y otra vez para poder convertirse en una habilidad. Desde lo más pequeño, desde aquellas fallas en la comunicación verbal y no verbal de cada día, los malos entendidos y las ofensas por acción u omisión.
Es por eso que el perdón va más allá de del olvido y de pasar la página y seguir adelante. Es un acto de amor por el prójimo en general, un deseo de ver y entender al otro como un ser humano con igual dignidad a la mía y con sus propias fortalezas y debilidades.
Se cambia entonces la forma de relacionarnos, pues desde la comprensión del otro se ve diferente y ya no cabe la venganza ni el “ojo por ojo”. Cabe solamente un entendimiento mutuo desde el ser en el mundo con todas sus maravillas y también con todas sus dificultades.
Desde esta mirada el otro no es un monstruo sino tan solo un ser humano con errores pero con toda la posibilidad de cambiar y resarcir el daño que ha causado. Todos deberíamos poder tener una segunda oportunidad. Eso no significa tampoco que dejemos pasar la ofensa o que quien comete el error no sufra las consecuencias de ello. Significa que la justicia que se hace debe ser diferente a ofrecer al ofensor un castigo peor. Debe brindarse la oportunidad de aprendizaje, de arrepentimiento y devolverle la humanidad perdida al ofensor.
La mirada al otro puede ser acusadora y devastadora o puede ser potencializadora y devolver oportunidades perdidas.
El perdón es un acto de amor por el prójimo y el amor que entregamos nunca muere, permanece eternamente y algo de nosotros permanece en la tierra, algo bueno.
Y una actitud de perdón y amor es fuente de paz interior pues el ofensor y la ofensa dejan de ser los dueños de mis pensamientos y de mis acciones. La paz exterior también se hace evidente al poder disfrutar de la vida, ver todo de un color diferente al negro del resentimiento y la venganza.
Los invito hoy a revisar sus relaciones, a reflexionar sobre sus formas de comunicación y sobre las reacciones automáticas que tenemos ante cualquier mal entendido. A mirar al otro con bondad, pensar bien y hablar bien de los demás aunque no lo merezcan. . No es que el otro deba hacer algo sino que yo entrego algo como regalo, sin esperar nada a cambio.
No es cuestión de merecer sino de misericordia