La coherencia de vida se refiere a vivir alineadamente: mis valores con lo que pienso, lo que digo y cómo actúo. Por supuesto que los valores son en sí mismos buenos, van en favor de la vida y no en contra de ella. Nos referimos a la forma como valoramos a personas, circunstancias, acciones y objetos y al valor intrínseco que tienen. El problema está en que como somos libres de elegir nuestra actitud ante la vida, igualmente somos libres de elegir nuestros valores y es fácil dejarnos seducir por los de los demás y actuar en contra de nosotros mismos.
Cuando algo es valioso para mí es importante, me atrae emocionalmente y sé que es bueno. Por lo tanto, todas mis acciones se dirigen a obtener, conservar, interiorizar y hacer mío ese valor. Y esa valoración de todo, que es personal y subjetiva, es lo que me va haciendo único en mis decisiones y ese sentirme especial es lo que refuerza mi autoestima (esto es muy importante para reflexionar, pero da para otro escrito sobre el tema; la masificación no nos deja diferenciarnos y reduce nuestra visión elevada de lo que nos pertenece)
Unos valores son más profundos y nos generan la sensación del deber cumplido, del bien realizado. Aunque no sea placentero. Unos valores serán más duraderos en el tiempo, y otros menos. Por ejemplo, si la honestidad es uno de nuestros valores éticos más importantes, todas nuestras palabras y acciones serán honestas, para sentirnos realmente bien y no ir en contra de nuestros principios. También hay valores que son menos duraderos y afectan a un número menor de personas, pero muy importantes en un momento determinado, como por ejemplo alimentarnos de cierta forma para recobrar la salud y la vida. Otros valores serán los que nos acercan más al absoluto, al universo, la divinidad y otros serán más estéticos y sólo para nuestros ojos, como de pronto mantener nuestra casa bien decorada.
En fin, el conjunto de valores es el esqueleto que nos ayuda a dar forma a lo importante en nuestra vida. Y vivir de acuerdo con ese conjunto es lo que nos hace coherentes y nos ayuda a estar enfocados para alcanzar nuestra propia meta. No podemos vivir de acuerdo con los valores de alguien más. Nos podemos relacionar con ese alguien, nos podemos enriquecer unos a otros, pero la vida es de cada uno, sin excusas.
Cuando decidimos andar mirando las vidas de otros e ir imitando sus hazañas, sus logros, nos desviamos de lo nuestros y empezamos a vivir como veletas, picando y probando de todo hasta que al final nos quedamos sin piso, no nos hallamos y perdemos nuestra propia identidad. Llega el vacío existencial, donde nos encontramos perdidos en la vida, no sabemos qué hacer y no encontramos sentido a lo que hacemos.
Al final le perdemos el gusto a vivir, pues no tenemos un para qué propio.
Para vivir coherentemente necesitamos un grado de madurez emocional, espiritual y psicológica. He aquí algunos tips para ir avanzando: