Resiliencia es la palabra de moda. El atravesar el sufrimiento y el dolor y salir fortalecido. Pero también es una palabra que a veces sentimos que nos cuestiona duramente. Y si no lo logro, si no soy resiliente, si no aprendo nada, si me siento hundido y desesperado, si no encuentro la salida…
Creo que los recursos de resiliencia están presentes en cada uno de nosotros, y como humanos somos capaces de adaptarnos y superarnos en la mayoría de las ocasiones. Algunas personas tienen el privilegio de crecer en entornos que favorecen la resiliencia; entornos adecuados donde se han sentido seguros, rodeados, amados, donde se les ha permitido hacer frente a los dilemas de la existencia desde niños a través del juego, de conocer y gestionar sus emociones mediante la interacción con otras personas. Así pueden echar mano de muchos recursos en su edad adulta cuando las adversidades se presentan y salen de ellas con mayor rapidez y éxito aparente.
Sin embargo no todos han tenido la suerte de crecer en estos entornos sanos y en menor o mayor medida han tenido que usar sus recursos propios para protegerse del miedo, del abandono, de la falta de amor, de los apegos desordenados de los padres y de relaciones disfuncionales. Muchas personas han crecido aisladas y carentes de contacto físico y emocional y no saben a su vez gestionar sus sentimientos.
Lo interesante de la grandeza del ser humano es que tiene la capacidad de salir de sí mismo y verse, y decidir si es así como quiere seguir viviendo. Pues al final el ser humano es capaz de encontrar el sentido de su vida a pesar de las más extremas dificultades.
Para poder convertir nuestras adversidades en oportunidades de crecimiento y lograr salir adelante siendo conscientes de lo aprendido, de lo vivido y de lo que podemos compartir es necesario
Tus acciones muestran lo que eres, lo extraordinario, único y original
Nunca es tarde para sanar nuestras heridas. Lo importante es que aprovechemos esta vida para hacerlo y no nos privemos de tener una vida feliz, plena y significativa.