El líder debe ser una persona equilibrada, inteligente y emocionalmente estable para poder ejercer una autoridad sana, diferente de ser un líder autoritario. La autoridad sana del líder se basa en el respeto y admiración de su equipo de trabajo más que en las órdenes que da todo el tiempo.
El buen líder se identifica con los miembros de su equipo, se pone la camiseta y ante todo da ejemplo, de tal manera que sus subordinados lo seguirán con la convicción de que el trabajo en equipo rinde sus frutos y no con el sentimiento de ser explotados en favor de un jefe que se vanagloria de los éxitos sin mover un dedo.
Pero esto es mas fácil decirlo que hacerlo, pues nadie ha nacido sabiendo mandar y tampoco es una asignatura en la universidad. La mejor forma de convertirse en un líder es comportándose como tal, dentro de un proyecto, viviéndolo desde dentro, con responsabilidad, es decir, sin que nadie le tenga que estar diciendo que hacer todo el tiempo.
El buen líder es un buen guía. Y solo conocemos al ser humano verdaderamente, en situaciones de poder, donde pueda mover los hilos de las diferentes situaciones y tenga personas que por su condición de subordinados “deban” hacer obedientemente lo que se les diga.
Es por esto importante que diferenciemos entre poder y autoridad.
“El poder es la prueba del hombre” Proverbio griego
Mientras el poder es la capacidad que tiene una persona para hacer cumplir sus mandatos, la autoridad es ese poder que nace del prestigio o influencia que tiene una persona por sus méritos, otorgada por los demás. Cuando el poder busca su propio bien, la autoridad busca el bien de los subordinados, servir. El poder vence, la autoridad convence, conquista la voluntad de la gente sin subyugar ni amenazar. De ahí se derivan el respeto y la lealtad, al contrario del odio y el falso respeto generado por un poder mal ejercido. De la autoridad surge poder pero no al contrario.
El poder no puede cambiar una realidad a su antojo, aunque cree que lo puede todo y lo controla todo. Pero en realidad, si no va acompañado de sanciones y castigos que se hagan realidad, ni siquiera la amenaza servirá de nada, pues no puede influir en la libertad interna de las personas y ellas al final tomarán su propia decisión. El autoritarismo es esa forma totalmente negativa de usar el poder, tomándose el destino del otro en sus propias manos. Hace temblar, es desbordado en sus abusos y es una total muestra de falta de autoridad y fortaleza. El autoritario es débil, inseguro de si mismo y de sus capacidades.
Bibliografía
Luna-Arocas, R. (2010). El líder no nace… ¡Se hace!. Ediciones Obelisco. España
Sánchez-Fuentes, F. (2003). Desarrollo y formación de líderes. Ed. El Arca. México.